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Comunidad Terapéutica del Maresme
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El estigma

A través del estigma, que en griego se llamaba a la marca que se hacía a los esclavos en su cuerpo para ser fácilmente reconocidos, se crea discriminación. 

A través del estigma, que en griego se llamaba a la marca que se hacía a los esclavos en su cuerpo para ser fácilmente reconocidos, se crea discriminación. La enfermedad mental carga el estigma de la incapacidad, de la irresponsabilidad y de la violencia.

La utilización peyorativa de palabras como idiocia o imbecilidad que son grados de retraso mental, hasta la de loco o locura que tiene que ver con la enfermedad mental o las más modernas de enfermo mental, perturbado mental, esquizofrénico, maníaco, histérico, etc. participan en situar a las personas que sufren estas afecciones en un lugar depreciado.

A menudo en los medios de comunicación, en cualquier tema que se trate, se utilizan palabras de este tipo para calificar (más bien descalificar) a alguien o para definir una situación como carente de razón, de sentido, de lógica.

También en cualquier acto en el que está presente la violencia se invoca inmediatamente la enfermedad mental como causante. Sólo de esta manera se podría dar razón a lo no razonable.
Últimamente el cine de terror está basado en actitudes de mucha violencia que son narradas en clave de enfermedad mental.

Y es ésta la idea que predomina en la comunidad, una tendencia a asociar enfermedad mental en violencia cuando está demostrado que no hay diferencia entre la violencia de las personas llamadas normales y las personas que padecen una enfermedad mental. Más bien el enfermo mental atenta contra la propia vida que no contra la de los demás.

Evidentemente este no es el escenario adecuado para la inserción social del enfermo mental. Este plus de dificultad justamente en aquello que el enfermo mental más precisa, la normalización de la vida cotidiana va en contra de la rehabilitación de estas personas.

Las personas con enfermedad mental deben tener igualdad de oportunidades y plenos derechos como cualquier otro ciudadano.

Y en esta meta es necesaria la participación de todos.

Igualdad de oportunidades de vivir con dignidad

Para una convivencia pacífica, solidaria y tendiendo a la equidad es imprescindible que la sociedad y cada uno de sus ciudadanos en concreto mantengan un trato respetuoso con los diferentes colectivos que la componen.

Algunos de estos colectivos se caracterizan por ciertas diferencias en relación a aquello que el grupo social define como el patrón de la normalidad.

Los que estarían incluidos dentro del “patrón de normalidad” son aquellos que teóricamente poseen el máximo de capacidades y garantizarían un pleno rendimiento y armonía. Este es el grupo que está en posesión de los plenos derechos y tiene a su alcance el máximo de las oportunidades. Actúa sobre el retal de los derechos de los demás, sea por una cuestión estrictamente cultural o bien por defender y perpetuar unos privilegios o defenderse de unas supuestas amenazas a su status quo o a su tranquilidad cotidiana.

El mantenimiento de estos diferentes derechos desiguales de los colectivos en nuestra sociedad viene dado por la vía de tener acceso o poseer conocimientos, del poder que confieren el dinero, por pertenecer a una determinada cultura o hablar una determinada lengua, por tener o no tener unas determinadas enfermedades, por ser autóctono en oposición a ser foráneo, por pertenecer a una raza, por tener una determinada inclinación sexual, por ser demasiado joven o demasiado mayor e incluso por ser hombre o mujer.

Como consecuencia de todo esto no hay una verdadera igualdad de oportunidades de vivir en igualdad, igualdad de oportunidades para un reconocimiento y una integración social, igualdad de oportunidades para poseer las herramientas necesarias por estar en pie de igualdad de condiciones con la misma facilidad que los colectivos más favorecidos.

Para modificar estas desiguales oportunidades se requieren unos factores de corrección, un facilitar los caminos y reconducir los vientos para que la nave llegue a puerto en condiciones adecuadas para vivir de manera normalizada.

Tratándose de los enfermos mentales en concreto, más allá de las dificultades propias que la enfermedad produce es el funcionamiento y la estructura social la que pone en evidencia el grado de minusvalía. La sociedad todavía no favorece lo suficiente la participación ni la creación de oportunidades que generen igualdad, que generen llenos derechos de ciudadano, de convivencia social, de acceso al mundo del trabajo, de acceso a una vivienda digna o de compartir la vida asociativa comunitaria.

El estigma que este colectivo sufre no está sencillamente arraigado en la carencia de información, aun cuando también colabora negativamente sino que está arraigado en las personas, en las familias, en la sociedad misma. Muchos de los mitos sobre el enfermo mental especialmente el de la violencia y el de la incapacidad son transmitidos de unos a otros, en las familias, en los medios de comunicación, en el cine, etc. contaminando todas las actividades sociales.

Esto genera un trato desigual, de prevención y prejuicio, de exclusión que se pone de manifiesto en los pequeños gestos de la convivencia cotidiana y también evidentemente en la normalización de una convivencia social, laboral, asociativa, etc.

Intentar que el enfermo mental recupere algunas funciones malogradas es importante pero lo que realmente posibilita la integración de este colectivo es ir en la dirección de fomentar igualdad de oportunidades y participación en el tejido social.

El éxito de los tratamientos psicoterapéuticos y psicofarmacológicos, el éxito de los tratamientos rehabilitadores, sólo es posible en el contexto de una integración social y esta sólo es posible potenciando la participación y favoreciendo oportunidades.

Crear lugares de vida (familia o instituciones sustitutivas, diferentes tipos de vivienda, clubes sociales, etc.), facilitar el acceso al mundo laboral (en sus diferentes formas, desde la formación, pasando por el trabajo protegido hasta el mundo laboral normalizado), potenciando la convivencia asociativa en el tejido comunitario, posibilitando la expresión de sus necesidades y sus deseos, etc. son las herramientas dónde se debe poner el énfasis si lo que se pretende es la integración social y la mejora de la calidad de vida del enfermo mental.

Respetar la diferencia es generar igualdad de oportunidades y posibilitar la participación de los colectivos no favorecidos. Es el caso de los enfermos mentales.

Pero esto sólo es posible con un compromiso de todos y en un clima de respeto.

Dr. Guillem Homet Mir